La Recomendacion del Chef

Fragmentos salidos del horno una vez a la semana. El autor recomienda: el amor embotellado o la muerte enjaulada.

miércoles, 23 de junio de 2010

Juegos de Niños

El palacio de juegos de los niños, que había sido ampliado hasta tener la dimensión de una pequeña cabaña de verdad, fue convertido en un hogar, y Maria Gracia comenzó a traer floreros, cortinas, alfombras, sábanas, frazadas y manteles que había aprendido a bordar de Betsabé, la mayor de sus hermanas; mientras que Matías, ya tan experto en el oficio de la carpintería como lo era en el de la medicina, se pasaba las tardes construyendo sillas, mesas, camas y sillones, y haciendo las modificaciones a la casa que más le parecían adecuadas para la comodidad de ambos.

Pronto su casa fue tan acogedora y tan real que el cartero pasaba creyendo que una nueva familia acababa de mudarse, y el lechero comenzó a dejarles botellas todas las mañanas en la puerta. Ambos niños se despertaban más temprano que de costumbre, diciendo que la escuela empezaba antes, y se iban en secreto a desayunar juntos, mientras hablaban de qué harían y qué nuevas cosas agregarle a la casa ese día.

Nadie más que Helena, que ya tenía fama en el pueblo de ser la primera en enterarse de todo, notaba lo que realmente estaba pasando. Ella solo lo vio como algo inofensivo y propio de la edad a la que entraban. “no importa demasiado, al fin y al cabo solo son un par de niños que están creciendo”

Y de cierta forma, eso era verdad; porque los juegos que jugaban no se volverían realidades hasta poco antes de terminar el sexto grado.

Llovía de manera particularmente fuerte, y Matías había decidido quedarse a reforzar el techo a dos aguas de la casa el día que Maria Gracia escuchó por primera vez un término que cambiaría la relación con su amigo para siempre. Salía del baño cuando escuchó a un grupo de chicas contemplar emocionadas a una de ellas, que sonreía diciendo, “Manuel me ha pedido que seamos enamorados”.

“Ser enamorados”. Ella había oído miles de veces el término, “novios”, que usaban los adultos y los personajes de sus cuentos para decir que sólo querían estar con una persona para siempre, pero jamás había oído de una versión infantil de esa misma relación. Pensó todo el camino de regreso a casa, y llegó a la conclusión de que todo lo que la chica había dicho, “salir juntos, pasar el tiempo, no querer estar con nadie más”, era lo que había venido haciendo con Matías desde que lo conoció. Entró por la puerta de la cabaña, empapada de lluvia, y le preguntó medio confundida, medio avergonzada a su amigo, ¿nosotros somos enamorados?
Matías dejó de inmediato de clavar una tabla con la que terminaba de asegurarse de que el techo no tuviera goteras, bajó la escalera para acercarse a la chica, la miró en silencio por un segundo y le dijo, “sí, eso es lo que somos”.

Y la niña corrió emocionada a decirle a su madre, una mujer alemana que ya estaba en sus cuarenta y tantos, que tenía el primer enamorado de toda su vida. Llegó escurriendo agua de sus bucles, ahora transformados en ríos de cabello lacio que caían sobre su espalda y sus hombros, y se dirigió a la cocina, donde la señora revolvía la sopa mientras su esposo leía el periódico.
Sin embargo, al hacer el anuncio, la respuesta que obtuvo no fue ni remotamente la que se esperaba.

Su padre, apenas escuchó a su hija pronunciar la palabra “enamorado”, la vio como si tuviese seis años nuevamente y hubiera dicho una grosería.
Con voz de rabia contenida, y la severidad de quien es patriarca de una familia de nueve mujeres, le prohibió a la niña ver a su príncipe nunca más, y le dio la orden de que desde ese día en adelante, sólo podría ir de la casa a la escuela y de la escuela a la casa, sin desvíos.

Ella rompió en llanto y se encerró en su habitación abrazando un libro de cuentos que había ilustrado manualmente para Matías hacía cosa de un año; mientras que sus hermanas escuchaban la pelea entre sus padres, sin comprender nada en el mejor de los casos.

Matías no entendió nada del asunto cuando la vio al día siguiente y ella se alejó de él con los ojos enrojecidos.
“seguro has hecho algo mal, le dijeron los otros chicos, a las mujeres les encanta llorar por cualquier cosa, gringo”
Pero por más que trataba no podía pensar en algo que hubiese hecho mal. Solo estaba el hecho de decirle que era su enamorada.
Quizás ella no quería ser su enamorada, y se había asustado por escucharlo decir eso. Talvez todo hubiera estado mejor si nunca hubieran tenido que conocer el significado de esa palabra, y ahora el chico se sentía tan solo como no se había sentido en años.

Volvió por primera vez en meses temprano a casa, y se sentó a retomar sus estudios de medicina, que últimamente habían sido dejados de lado, solo para comprender que ya no sentía que el conocimiento lo llenaba. La emoción de entender más el funcionamiento del cuerpo y cómo curar sus averías se había vuelto tan tenue que ya ni podía percibirla. Al cabo de un mes de intentar olvidar el asunto, llegó a estar tan frustrado que así como había hecho al descubrir que no podía curar a nadie con su sangre, pateó la pila de sus libros, y se echó a la cama a contemplar el techo, en el que tenía pegados dibujos que Maria Gracia solía hacer para sus cuentos. La chica se había transformado en el centro de su vida; no tenía nada más, y ni siquiera podía esperar que los sentimientos que tenía por ella murieran en algún momento porque en su caso el fallecimiento de cualquier modo era imposible.

Se levantó en mitad de la noche, salió de su casa, atravesó las calles del pueblo y llegó a la casa de Maria Gracia decidido a recuperar lo que le daba sentido a su vida. Trepó por una de las paredes que calculó, era la que llevaba a la ventana de su dormitorio, y la sorprendió dormida respirando entre espasmos. La niña abrió los ojos y miró a Matías sujeto de la canaleta del muro, pensando por un segundo que era un sueño.

De la misma forma que Matías subió, los dos chicos dejaron la casa, el pueblo, y volvieron a su hogar de fantasía, en donde Maria Gracia finalmente rompió en llanto para contarle a su enamorado el porqué de su distanciamiento, y lo mucho que esto la estaba matando. El chico respiró aliviado y comenzó a reír. Le levantó el rostro y se acercó para darle un beso con la pasión de todos esos días de estudio e insomnio en la soledad de su cuarto.

Esa noche se dijeron tantas cosas que los sueños que tenía se hicieron cortos para ilustrarlos. Finalmente, lo que había guiado siempre, y guiaría a todos los inmortales hasta el final de sus días; el amor; había tomado posesión del corazón de Matías. Los chicos se besaron con pasión y se deshicieron en caricias y abrazos, y se prometieron nunca volver a dejar que los separaran, aunque esto significara mentirle al mundo y llevar máscaras de indiferencia durante el día hasta que fueran capaces de abandonar el pueblo, juntos.
(...)

[Aperitivo de "Los Inmortales"]

1 comentario:

  1. Estoy orgullosa de ti.
    Recomiendo: "Jeux d'enfants" si aun no la has visto.

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